Hoy, navegando por internet encontré esta ilustración y la verdad es que me ha llamado la atención por lo cierta que es.
A veces, muchas veces los adultos pecamos de no ponernos a la altura de la persona que tenemos a nustro lado,. en su piel, se llama empatía. Podemos buscarlo, y encontraremos que muchas veces no lo practicamos, no sabemos situarnos en el lugar del otro.
Practiquemos con el ejemplo que pone esta persona, un niño, ¿cómo vé el mundo? Acaba de llegar a él, y hay muchas cosas que le resultan nuevas, hay muchas cosas que le resultan bellas, le atraen y tienen pocas herramientas para explorar. ¿Qué pasa cuando el adulto le maniata? ¿cuando no le deja explorar?
Y si en vez de un bebé que apenas se mueve somos un poco más grandes y andamos, en ese momento amplías tu circulo de acción, y ve¡s las cosas, pero ¿y si no puedes mancharte? ¿Y si no te enseñan las cosas? ¿Las cogerías? Piensa que estas explorando y que la curiosidad en ese momento guia tu vida, ¿Qué pasaría si te prohíben tocarlas?
Ya avanzamos a los 3 años, te mueves, no paras, eres un terremoto y sigues descubriendo del mundo, miles de texturas, animales, de cosas...Y si te dicen que no toques nada, ¿Qué harías? ¿Si te meten en un aula en la ue tienes que estar quieto periodos de una hora? Tu atención dura apenas unos minutos y tu estar quieto significa más o menos 15 minutos...¿qué haces en el aula sin moverte una hora?
Sigue avanzando y verás cómo en el sistema educativo actual (hablo de la educación dentro y fuera del aula), lo que se potencia es el adiestramiento, no la educación, no la enseñanza. Hagamos una cosa, pongámonos en su piel, en su situación. Pensemos cómo ese niño que nos mira ojipláticos deseando aprender y eduquémosle en miles de cosas, seamos educadores, seamos curiosos.
Eduquemos desde el respeto, desde el cariño.
Un saludo
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